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Se respiraba una atmosfera de vacaciones

Sobretodo recuerdo a Juan Pablo II como un titán en Su trabajo. Durante el verano me iba regularmente al Castel Gandolfo. Allí hablábamos acerca de la publicación de los documentos que El escribía durante Sus vacaciones. Mandábamos a la imprenta tres tomos de Sus enseñanzas anualmente—cada uno de mil hojas! Naturalmente estaban escritos en varios idiomas.

Me acuerdo cuando preparábamos los detalles del Tríptico Romano. El Papa estuvo muy atado a ese texto; lo llevaba en el corazón.

Una mañana calurosa llegué al Castel Gandolfo. Hubo una Misa mañanera arriba en el departamento de la residencia de verano del Papa. Luego de la Misa, la Hermana Tobiana me llamó a la cocina. En ese momento estaba preparando el desayuno y me invitó con un café. Luego de un rato, oí atrás de mi Su profunda voz, siempre juguetona: “No exageres con el café porque te hará daño!” Y oí la risa del Papa, del Padre Estanislao, y de otros.

El Papa me rodeó con Su amor de padre, más en el castel Gandolfo que en el Vaticano. Allí se respiraba una atmósfera de vacaciones. A veces me paseaba en las tardes por los jardines—mientras el Santo Padre usaba la piscina. Nadaba regularmente, lo que Le aseguraba un físico formidable. Siempre lo cuidaba el mismo gendarme, Gianluka, quien se preocupaba de Su seguridad en el agua. Esos eran los buenos tiempos!

Magdalena Wolinska-Riedi, “Eso pasó en el Vaticano”  (pagina 84-85)

Publicación Znak, Cracovia 2020