“El atentado a Su vida fue probablemente el momento que abrió el nuevo capítulo de Su propio calvario”—dice el pasado secretario papal de Juan pablo II. El atentado destrozó a Su salud y causó que todo el servicio papal sufriera también. El Arzobispo nos dice que aun desde el hospital, luego del atentado a Su vida, Juan Pablo II anunció que había perdonado a Mehmet Ali Agca. Dos años más tarde se encontró con el asesino y todo el mundo vio como lo perdonó.
“El Santo Padre perdonó a Ali Agca de la misma manera como Cristo perdonó a los que no sabían que hacían”—dice el Arzobispo Mokrzycki—“demostrándonos que esos son los Misterios de la Cruz: el amor y el perdón”. Por eso cada Viernes Santo el Papa polaco nos recordaba que la cuaresma es un tiempo de esperanza: “Porque el amor vence a la muerte y el perdón vence al mal”.
Durante Su primer peregrinaje papal a Kalwaria Zebrzydowska (una ciudad en el sur de Polonia), Juan Pablo II explicó que en el misterio del camino del Calvario esta todo “lo que es parte de nuestro peregrinaje terrestre, todo lo que es parte de nuestros caminos diarios”. Que todo lo que experimentamos durante nuestros caminos diarios con Jesús y Su Santa Madre Maria, retorna a nosotros pero en otra forma—resplandeciente con una nueva luz sin la cual la vida no tiene sentido, sumergida en la penumbra.
“El que me sigue no caminará en la penumbra, pero tendrá la luz de la vida”.
Durante cada ocasión a Su alcance, el Papa nos convocaba a rezar. Allá, en Kalwaria Z. decía que “esa convocación tan simple pero fundamental papal a la oración” era importantísima. La llamó “el mensaje primordial”.
Con permiso del Padre Arzobispo Mieczyslaw Mokrzycki—“El lugar para todos”.
Publicación Znak, Cracovia 2013.
Traducido al español por Jadwiga Orzechowska-Ancaya