Cuando ocurrieron unos escándalos espectaculares (Groer en Viena en 1995, Paetz en Poznan en 1999, Law en Boston en 20001), el Papa Juan Pablo II ya era anciano y los sacerdotes que lo rodeaban quisieron ahorrarle estos agravios; sobre todo los insistentes rumores de la figura controversial del padre Maciel, organizador de la sociedad “Los Legionarios de Cristo”.
Las reacciones de la Iglesia fueron divididas: algunos cardenales, como Sodano, G. Re, y Castrillon Hoyos, querían resolver los escándalos “internamente”, en sus respectivas diócesis. Mientras tanto el Cardenal Ratzinger, prefecto de la Congregación de la Doctrina de Fe, trató de convencer a Juan Pablo II que El se encargara del asunto—y así pasó en el año 2001…
“En los tiempos de hoy, nos han sacudido profundamente los pecados de algunos de nuestros hermanos; los que han traicionado a la gracia recibida en su ordenación, cayendo en la peor trampa del Mal. Estos horribles escándalos despiertan sospechas hacia todos los demás sacerdotes. (…) La Iglesia se preocupa muchísimo por las victimas y trata de tomar la responsabilidad—con un espíritu de verdad y justicia—por cada una de las ocurrencias dolorosas”.
(Juan Pablo II; carta a los Sacerdotes, el Jueves Santo 2002)
“En el sacerdocio y en la vida religiosa no existe lugar para ninguna persona que tuviese intenciones de hacerle daño a jóvenes”…”Los excesos sexuales son correctamente considerados como crímenes.
(Juan Pablo II; sermón a los obispos americanos el 23 de abril, 2002)
“. …el obispo está obligado…. a intervenir inmediatamente, de acuerdo a los estatutos canónicos,…..para reparar el escándalo, hacer justicia, y proteger y ayudar a las víctimas”
(Juan Pablo II; Exhortación “Pastores Gregis”, octubre 2003)
Con el permiso de Bernardo Lecomte, “El Mundo de Acuerdo a Juan Pablo II”;
Publicación Tallandier, Paris 2018
Traducido al español por Jadwiga Orzechowska-Ancaya