Cuando el arzobispo salía de su residencia, le seguían unos automóviles oscuros, a los que les saludaba y aun bendecía. Los llamaba sus “ángeles guardianes”. El conductor del cardenal Wojtyla, Jozef Mucha, sabía como engañarlos. Una vez cuando El se dirigía a una reunión a la que quería mantener secreta, el conductor se portó como el agente 007. Repentinamente, aceleró y se metió en una columna de autos, lo que permitió al cardenal a pasar a otro auto. El conductor continuó solo, seguido por la caravana de los “guardianes” confusos.
No se trataba solamente de esos años. “El Gran Hermano” lo siguió a Karol Wojtyla aun cuando, como papa, estuvo en Polonia con una visita pastoral. Cuando el Santo Padre tenía que encontrarse en Varsovia con los representantes de la oposición, los invitó con precaución a la residencia del primate, a donde estuvo alejado.
Preparando la peregrinación a Polonia de Juan Pablo II en el año 1983, hubo polémicas acerca de la posibilidad de Su encuentro con Lech Walesa, el jefe de la “Solidaridad”. Al fin, el General Jaruzelski estuvo de acuerdo, y se eligió como el lugar del encuentro al refugio en la Hala Chocholowska. Allí, las autoridades Le prepararon una sala bien “equipada”. El Santo Padre entró a la sala, miró a su alrededor, pero algo despertó Su sospecha. Lo agarró del brazo a Lech Walesa y lo llevó al corredor adonde pudieron conversar libremente.
Con el permiso del Padre Cardenal Stanislaw Dziwisz—“El Testimonio”—Publicación TBA Comunicación de Marketing, Varsovia 2007.