Pregunte una vez a Arturo Mari, que foto podría simbolizar mejor el pontificado de Juan Pablo II. Me respondió que su preferida era la última que Le sacó en Su vida. La de la Vía Crucis: Juan Pablo II abrazando a la cruz en Su capilla privada—unido a Cristo y a los innumerables fieles reunidos en el Coliseo y con aquellos observando a los televisores.
Ese día, Juan Pablo II no podía caminar de estación a estación con los peregrinos, pero estuvo a su lado con Sus pensamientos y oraciones. Muchos expresaron que en esos momentos de debilidad física era cuando el Papa más fuerza demostró, aunque no se sentía bien… Estaba tan enfermo que no hubiese sido capaz de viajar al Coliseo. Por suerte no estaba limitado a estar en la cama. Sabíamos que eso tenía mucho significado para El. Por eso Le conseguimos un Telebín en el que podía ver y seguir con precisión lo que estaba pasando en el Coliseo.
Al mismo tiempo, la televisión del Vaticano trasmitía la imagen de la capilla a donde se hallaba el Santo Padre, y los fieles veían como El rezaba con ellos. Tanto El, como los fieles se sintieron muy cercanos y emocionados.
Pero en cierto momento pidió una cruz…
Si. El Padre Stanislaw sugirió que la mejor cruz seria una liviana, de madera, la cual yo tenía en mi dormitorio. Corrí para conseguirla y se la entregue al Santo Padre. Hoy esa cruz significa para mí ser una reliquia…
Esa reliquia tiene una hermosa historia: una mujer quien vivía en las montañas polacas llamadas Bieszczady, se lesionó una pierna y no podía caminar. Le pidió al esposo que le esculpa una cruz de madera para que ella pueda rezar sin tener que movilizarse. Tres años más tarde la mujer regaló la cruz a un grupo de peregrinos que se dirigían a Roma con motivo del Año del Jubileo. Los peregrinos obsequiaron la cruz a Juan Pablo II.
Luego del fallecimiento del Papa, el Padre Mokrzycki, quien tenía la cruz en su apartamento, regaló la reliquia a su madre, Bronislawa. Ella la obsequió a la parroquia en Kraczow (cerca de Rzeszow, Polonia).
Ahora, la cruz viaja de pueblo en pueblo, inspirando a los peregrinos, así como lo hizo durante la última Vía Crucis de San Juan Pablo II, ese Viernes Santo…
Publicado con el permiso del Padre Arzobispo Mieczyslaw Mokrzycki—“Le gustaban más que nada los martes”.
Publicación M, Cracovia 2008.
Traducido al español por Jadwiga Orzechowska-Ancaya