Ese proyecto de la Iglesia siempre estuvo en Sus pensamientos

Las tres primeras encíclicas de Juan Pablo II demostraron la visión de una Iglesia-comunidad, de una Iglesia radicada profundamente en la historia de la humanidad; una Iglesia cuya misión fundamental es la proclamación del amor de Dios, de Su misericordia y de Su perdón.

Esa visión, a pesar de que fue claramente incorporada en el Sobor (asamblea eclesiástica), no había nacido en ese momento. La persona que estudie a la vida teológica y pastoral de Karol Wojtyla—primero como sacerdote y luego como obispo—llegará a la conclusión de que ese proyecto de la Iglesia siempre permaneció en Sus pensamientos, intenciones, y planes. El Sobor fue para Él una inspiración a la que realizó paso a paso, dependiendo de diversas situaciones en la Iglesia, en las que se encontraba. Esa fue Su manera de actuar durante Su pontificado—yendo siempre para adelante, sin vacilación.

Es realmente sorprendente como, muy pronto luego de Su inauguración, Juan Pablo II pudo llegar a proporcionar a los contrastes (luego del Sobor) entre los conservadores y los que creían en el avance. Demostró que cada situación crítica en la Iglesia puede ser reversible. Ayudó a conquistar la desconfianza, la impotencia, y como Él llamó, al “eclipse de la esperanza”, que predominaba al final de los años setenta.

El Santo Padre incorporó a la comunidad católica a la gigantesca obra de renovación, la que significó la profundización de la espiritualidad, el testimonio, la participación, y la presencia en el mundo. Más que nada, el movimiento de renovación se materializó en el gran proyecto de evangelización—la que no se limitaba exclusivamente a las obras de las misiones—pero también con miras al Oeste, el que más sufría de la depravación espiritual.

Con el permiso del Padre Cardenal Estanislao Dziwisz—“El Testimonio”.

Publicación TBA, comunicación del marketing. Varsovia 2007.