Se presentan delante mis ojos los rostros y los ojos de las muchachas y muchachos a quienes Juan Pablo II conociódurante Sus viajes. Uno de ellos, vestido de campesino en un grupo de indios en Cuilapan, Mejico. Hubo niños en Madagascar, que lo abrazaban y los pequeños lo agarraban del cuello. Y una nenita que llorando corria a El, no me acuerdo en que pais de Latino America. Y los chicos recibiendo la primera Comunion, los niños vestidos como hombrecitos, y las niñas vestidas de blanco con una corona de flores en la cabeza—en Glasgow, como asimismo en Lagos, en Suecia y en Noruega.
Y en Wroclaw, Polonia, a donde todavia regia el estado de guerra, los monaguillos levantaban subitamente sus sobrepellices para hacer visible sus inscripciones “Solidaridad” en sus camisas. En Tokio, en el palacio del deporte, las niñas bailaron alrededor del Papa Wojtyla, y los movimientos de sus brazos parecian flores multicolores agitadas por la brisa. . .
Cuantos rostros! Cuantas emociones! Durante esos encuentros se veia como Karol Wojtyla podia expresar el don de ser padre. Un Padre lleno de amor, de bondad, y de misericordia. Un Padre Quien sabia como infundir la esperanza y el valor. Pero, lo mas sorprendente era que esa paternidad la compartia El con sus “hijos”, con los niños. Y se bajaba al nivel de los chicos, lo que immediatamente creaba una atmósfera de union y de ternura. Como si eso fuera la cosa mas natural del mundo.
Con el permiso del Padre Cardenal Stanislaw Dziwisz—“Al lado del Santo”
Publicacion de San Estanislao BM. Cracovia 2013