El Arzobispo dice, que el Santo Padre no armaba a los arbolitos de navidad en el Vaticano; que siempre lo hicieron las hermanas de caridad. A Él le gustaba mirar como colgaban los adornos y como el arbolito se hacía cada vez más hermoso. Nosotros también lo observábamos durante nuestros ratos libres. A veces llegaban hombres para ayudar, pues algunos árboles eran bien grandes y las hermanas no podrían manejarlos. Había muchas luces y bombitas navideñas—estas de todos los colores y tamaños. Había bombitas llegadas de Polonia, de Podhale. Algunas tenían pintados motivos folclóricos, o el cóndor blanco. Otras con la imagen de la Virgen de Czestochowa del Monasterio de Jasna Góra (Polonia), o con escenas de Cracovia, una ciudad tan cercana al corazón del Papa.
A veces decíamos que toda Polonia estaba colgada del arbolito. Eso lo confirmaba el Arzobispo. Las monjitas colgaban también frutas y panes de jengibre (biscochos de miel). Los arbolitos lucían al final hermosos, siempre con cadenitas de papel al estilo polaco.
Esos arbolitos en los cuartos papales tenían un significado similar a los pesebres. En cada rincón estaba presente la Navidad (en polaco es Boze Narodzenie, que significa literalmente: El Nacimiento de Dios). Y todo se aparecía unas dos semanas antes de las fiestas. Juan Pablo II se deleitaba con esas vistas y aromas; siempre se paraba al lado del arbolito y lo admiraba. En silencio. Así decía el Arzobispo. Pensé muchas veces si en ese momento el Santo Padre rezaba? Creo que sí. Nunca Le pregunté, pues no tuve el valor.
Con el permiso del Arzobispo Mieczyslaw Mokrzycki—“Un lugar para todos”.
Publicación Znak, Cracovia 2013.
