Dios me llamó y Dios me va a cancelar Su llamada

 

 

Dios me llamó y Dios me va a cancelar Su llamada

Al terminar las celebraciones del Jubileo, muchos periodistas escribieron que ese fue al mismo tiempo el final del pontificado. Que este Papa no nos puede sorprender de ninguna manera. Con motivo de Su enfermedad, algunas personas sugirieron Su resignación…

Si esos periodistas hubiesen analizado el tiempo transcurrido entre los años 2000 y 2005, tendrían que admitir mea culpa pues esos años fueron muy importantes: llenos de episodios dramáticos y sufrimientos por todo lo que sucedió en el mundo—el ataque al World Trade Center; la pedofilia de EEUU dentro de la Iglesia; y el asunto del arzobispo Milingo. Esos años estuvieron también llenos de novedades y de viajes: al Medio Oriente, a los Balcanes, y a Cracovia—para confiar nuestro mundo, hasta en las Montanas Urales, a la Divina Misericordia. Fue creada también la Encíclica de la Eucaristía; hubo avances en el proceso de evangelización; y el dialogo con la Iglesia Ortodoxa.

En cuanto al tema de la resignación de Juan Pablo II, aun antes de los Jubileos del año 2000, el Santo Padre se preguntó si debería de seguir a los reglamentos que El mismo había establecido, referentes a los cardinales de más de ochenta años de edad. Dichos cardenales serian excluidos de participar en las elecciones del sucesor de San Pedro. También había otro reglamento que obligaba a los Papas a resignar de sus puestos cumplidos los ochenta años. De acuerdo a Su Testamento: “Acaso no es la hora de repetir con el Simón bíblico: Nunc dimittis.”

El Santo Padre decidió consultar con sus colaboradores más cercanos, entre ellos con el Cardenal Ratzinger—el Prefecto de la Congregación de la Fe. Luego de leer y estudiar los textos sobre el tema (que había dejado el Papa Pablo VI), el Santo Padre llegó a la conclusión que debía de entregarse a la voluntad de Dios—y permanecer en Su puesto todo el tiempo que Dios lo desee. “Dios me ha llamado y Dios me va a despedir en la manera que El desee.”

Al mismo tiempo, Juan Pablo II estableció un procedimiento adecuado para renunciar de Su puesto, en caso que no sería capaz de cumplir más Su función como Papa. Es obvio que consideró esa eventualidad. Pero Su misión fue la de cumplir la voluntad de Dios, aceptando y cargando a la cruz como lo había hecho Cristo—hasta el fin de Sus días.

Con el permiso del Cardenal Dziwisz—“El Testimonio”.

Publicación TBA, comunicación del Marquet. Varsovia 2007.