Juan Pablo II y el misterio visible de la Encarnación—Primera Parte

El nacimiento de Jesús hace visible el misterio de la Encarnación, la que se realizó en el vientre de la Virgen Maria durante la Anunciación. El niño Quien vino al mundo, es el que ella concibió por la intervención del Espíritu Santo. Ella ha sido el instrumento obediente, responsable por el plan divino. “A través de Su humanidad concebida en el vientre de Maria, el Hijo de Dios comienza Su vida como niño y se desarrolla en Su sabiduría, grandeza, y gracia delante de Dios y de los hombres” (Lucas 2, 52). Se manifiesta como un verdadero hombre.
Esta verdad es subrayada por Juan en el prólogo del Evangelio, cuando dice: “Y la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros” (1,14). Al decir “se hizo carne”, el evangelista se refiere a la plenitud de la naturaleza humana, no solo a su mortalidad. Todo lo que es humano, a excepción del pecado, fue adquirido por el Hijo de Dios. La Encarnación es el fruto de un gran amor, el que decidió a que Dios tomara nuestra humanidad completa.

Juan Pablo II, Audición General, 10 de diciembre 1997
Basado en “Les grands textes du pontificat”; editions du Jubilé 2005