“Porque Tu estas vivo?” —preguntó Mehmet Ali Agca. Juan Pablo II estuvo sorprendido al oír esa pregunta. Decidió mirar en los ojos al hombre quien había intentado matarlo. Quería decirle personalmente palabras de perdón y extenderle Su compasión y amor cristiano, creyendo que Agca lo iba a entender.
“Hoy nos encontramos como dos hombres”, dijo el Papa, “como dos hermanos”.
Ese día, el 27 de diciembre de 1983, cuando Juan Pablo II había entrado a la celda de la prisión Rebibbia y se había sentado al lado de Ali Agcy, no esperaba su pregunta: “Porque estás vivo?” Quizás Karol Wojtyla esperaba oír de ese hombre de porque él había tratado de matarlo. Mientras tanto escuchó, “Sé que dispare el arma con precisión. Sé que el cartucho debería de matar. Porque entonces Tu estas vivo?”
Yo no participe en la conversación. Estuve alejado a unos metros. Pero deduje—y esta es mi interpretación—que Ali Agce había entendido que existía una fuerza superior, más fuerte que él. Había apuntado el arma correctamente y la victima no falleció. Se sintió petrificado por ese hecho. Entendió que aparte de Fátima, la hija de Mahoma, existe otra Fátima—a la que llamó “la diosa de Fátima”. Y tenía miedo que esa diosa lo aniquile.
Con el permiso del Padre Cardinal Stanislaw Dzwisz—“Testimonio”
Publicación TBA comunicación de marketing. Varsovia 2007.
Traducido al español por Jadwiga Orzechowska-Ancaya