Con ocasión del décimo aniversario de la canonización de San Juan Pablo II, durante una solemne Misa en la basílica de San Pedro en Roma, se dieron gracias por el obsequio de Su vida y santidad. La Misa fue celebrada por el Decano del Colegio de Cardenales, Cardenal Giovanni Battista Re. Al iniciar la liturgia, dijo: «Luego de diez años desde la canonización y diecinueve años desde Su fallecimiento, el Papa San Juan Pablo II está más vivo ahora que nunca – en las mentes y en los corazones de todos. Su ejemplo y sus enseñanzas fortalecieron la fe y penetraron el corazón de cada hombre”.
La Eucaristía fue concelebrada por varias decenas de cardenales y por el secretario personal de San Juan Pablo II, Cardenal Stanisław Dziwisz, como por muchos cardenales y sacerdotes. Atendieron a la misa miles de fieles de Italia, Polonia y otros países. Estuvo presente también el Secretario del Estado de la Sede Apostolica, Cardenal Pietro Parolin, como también los representantes del cuerpo diplomático acreditado de la Santa Sede.
Durante el sermón, el Cardenal Angelo Comastri recordó el día del funeral del Papa polaco, el 8 de abril de 2005, cuando un viento fuerte comenzó a dar vuelta a las hojas del libro del Evangelio que se hallaba sobre el féretro – “Nos preguntábamos en ese momento: ¿quién abbia sido Juan Pablo II? ¿Por qué lo quisimos tanto? “
El Cardenal Comastri nos explicó: “Una mano invisible que parecía dar vuelta a las hojas del Evangelio parecía decirnos: “¡La respuesta está en el Evangelio! ¡La vida de Juan Pablo II ha sido un perenne obediencia al Evangelio de Jesús, y por eso – decía el viento – lo amábamos! “
Y a continuación, antes de la bendición, habló el Cardenal Stanisław Dziwisz: «Le damos gracias a Dios por los frutos de fe, la esperanza y el amor que trae a la Iglesia; y que Su testimonio nos ayude a abrir la puerta a Cristo». Luego el Cardenal Dziwisz agradeció al Papa Benedicto XVI, quien inició la beatificación del Papa polaco, al Papa Francisco, quien hace diez años lo nombró santo, y a todos lo fieles presentes.
Para terminar, el Cardenal Dziwisz colocó un ramillete de rosas blancas en la tumba del Santo Padre y dijo una oración especial, pidiéndole una interveción en asuntos de la Iglesia, de la familia, de la juventud, y de la paz del mundo.